jueves, 11 de junio de 2015

El comienzo. Con All We Are, Zahara y Caballo Palmer.


Esta mañana, mientras escuchaba a All We Are en la regadera, tuve la idea de compartir el viaje más importante de mi vida: la música.



Lo llamo viaje porque al menos hasta que la muerte me lo impida, seguiré observando y aprendiendo de ella. Seguiré construyéndome con y para ella. Subiéndome a sus trenes, recorriendo sus desiertos y tirándome al sol de sus playas.

Hace cinco años, cuando la persona más importante de mi vida regresó a reconquistarme con canciones, no sabía que me subiría a un DeLorean del que espero no bajar jamás. Empezamos a ensayar las canciones que él había compuesto y eso nos llevó, sin darnos cuenta, a formar una pequeña banda llamada Caballo Palmer (en homenaje a Los tres estigmas de Palmer Eldritch de Philip K, Dick). Letras inspiradas en la fantasía y la ciencia ficción. Sonidos electrónicos de atmósfera pop.




Mi vida en esos momentos era un caos. Una tendinitis en la mano derecha me impedía trabajar, tocar guitarra e incluso escribir (otra de mis pasiones). Caballo Palmer fue mi punto de fuga, mi refugio.
Y aunque años antes había cantado en otros proyectos musicales, regresar a ello tenía tanto significado para mí que quería hacerlo bien y aprender de ello. Pero, ¿cómo aprendería por mi cuenta?, ¿cuál sería el camino?.

Empecé a retomar algunos ejercicios de respiración diafragmática que ya conocía. Zahara Gordillo, querida amiga y gran artista, quien sin saberlo ha formado parte de mi motivación, me dio un par de clases y algunos consejos. Pero todo eso era el comienzo del comienzo.




Caballo Palmer fue algo que surgió del amor, del amor de mi pareja y del amor de todos los amigos y las personas que creyeron en nosotros. Todo el amor que nos regalaban cuando cantaban nuestras canciones. Y es ese amor que pude rozar a muy pequeña escala, ese amor, el que me mantiene en el esfuerzo, en la lucha contra mí misma para organizar mi tiempo y poner prioridades en mi vida. El que me hace levantarme a las 6 de la mañana para que el tiempo me alcance entre el trabajo y las horas que debo dedicar a practicar y componer.

Caballo Palmer fue solo el oleaje de un océano infinitamente profundo. Desde entonces han pasado muchas cosas implicadas en el proceso de labrar la madera de mi propia voz y darle color a mis composiciones.

Sé que esta historia no es únicamente mía, sé que este proceso lo viven muchas personas cada día. Por eso, he decidido compartir mis experiencias y todo lo que la música me ha enseñado hasta ahora, ese aprendizaje que esta detrás de lo que escuchas en tus audífonos.


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